Ingeniería y filosofía dialogan sobre la inteligencia artificial
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Ingeniería y filosofía dialogan sobre la inteligencia artificial
Integrantes de las sociedades estudiantiles de las carreras de Filosofía y Ciencias Sociales, y de Ingeniería y Ciencia de Datos reflexionaron en torno a la inteligencia artificial, y exploraron conceptos como la ética, lo auténtico, la voluntad y la conciencia.
Diana Alonso
La inteligencia artificial (IA) marca un punto y aparte en la historia de la humanidad. Algunos la comparan con el descubrimiento de la electricidad o con transformaciones que cambiaron radicalmente la vida social y económica. No es para menos, su sofisticación ha permitido optimizar procesos en todas las áreas imaginables e impulsar el ya veloz ritmo de los avances tecnológicos. Esta aceleración contrasta con el paso pausado del pensamiento filosófico que, desde hace siglos, debate conceptos como la inteligencia, la conciencia y la razón.
Con esta premisa, integrantes de las sociedades estudiantiles de Filosofía y Ciencias Sociales y de Ingeniería y Ciencia de Datos organizaron el conversatorio “Inteligencia artificial vs. inteligencia humana”, un espacio que no buscó enfrentar disciplinas ni comparar capacidades entre personas y máquinas, sino reflexionar sobre la complejidad del concepto de inteligencia y los retos que plantea el creciente desarrollo de la IA.
Comenzar por la historia del término es clave, pues quizá la humanidad se apresuró al nombrar con un concepto tan abstracto como “inteligencia” a estos modelos de aprendizaje. Según Ignacio Charretón, estudiante de Filosofía y Ciencias Sociales, “no es un concepto universal en la historia del pensamiento”.
Durante su intervención, explicó que el significado actual de esta palabra surgió apenas a finales del siglo XIX, vinculado con la psicología y teorías darwinistas. Desde entonces, ha estado asociado a nociones como razón, conciencia, singularidad humana e, incluso, en épocas anteriores, a lo divino.
Desde esa perspectiva, la IA difícilmente puede equipararse a la inteligencia humana, que se construye a partir de la experiencia, las emociones, la voluntad y la curiosidad, impulsada por un cuestionamiento innato. Las máquinas, aunque no sienten, aprenden mediante procesos estadísticos que les permiten reconocer patrones, generar respuestas con rapidez y capacidad de almacenamiento ha permitido optimizar procesos en prácticamente todas las áreas imaginables.
“Definir la inteligencia no es la mejor estrategia, digamos, intelectual para entender el fenómeno del que estamos hablando en tanto que está un poco viciada desde el comienzo”, señaló.
José Arriaga, profesor de la Licenciatura en Filosofía y Ciencias Sociales, advirtió que el concepto de inteligencia se ha construido desde una mirada antropocéntrica, utilizada no solo para clasificar capacidades, sino para legitimar derechos y posiciones de poder. Recordó que algo similar ocurre con la inteligencia animal, reconocida apenas en tiempos recientes, y aunque su sensibilidad y razonamiento no son comparables con los humanos, no por ello deben considerarse inexistentes.
“La concepción de la inteligencia como una performatividad intelectual es aplicable no solo en el contexto de la inteligencia artificial, sino también en relación con el resto de seres vivos”, añadió Charretón.
Esta idea abre la siguiente interrogante sobre el futuro: ¿qué ocurrirá cuando las máquinas alcancen un desarrollo que les permita interactuar con el mundo de manera más completa, tomar decisiones propias e incluso adquirir conciencia? Tal vez la humanidad no se llegue a percatar de ello, como tampoco advierte la complejidad del pensamiento animal.
“El reconocimiento de la inteligencia no es solo el reconocimiento de la capacidad de resolver problemas […] Es el reconocimiento de la capacidad de participar en la vida pública, de la vida política”, puntualizó Omar Hernández, estudiante de Filosofía y Ciencias Sociales.
Por ahora, se convive con inteligencias artificiales consideradas “débiles”, pero su evolución parece inevitable. El verdadero dilema, de acuerdo con los panelistas, es si en verdad se desea crear entidades casi idénticas a las personas, pues ello implica asumir responsabilidades éticas y morales.
“No estamos todavía en el momento de definir claramente las respuestas, pero sí es el momento en el que tenemos que hacer las preguntas adecuadas”, concluyó Juan Antonio Vega, profesor del Departamento de Electrónica, Sistemas e Informática (DESI).
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